Ilustradores
Una
vida dibujada en blanco y negro
Tinta Cruel es un historietista que, con tan
sólo diez años, sabía que al crecer viviría de su gran pasión: el dibujo. A lo
largo del tiempo, en la búsqueda de su objetivo tan ansiado, debió atravesar
buenos y malos momentos. La niñez, los
oficios y sus reflexiones sobre la droga, la política y el arte, son aspectos
que construyen su personalidad.
Con la frente sudorosa y una expresión de cansancio, Tinta Cruel observa
las pinturas, realizadas por él, que decoran la cafetería “El otro Simón”. Son
tres: en las primeras dos, Batman y un elefante, respectivamente, toman café,
mientras que, en la otra, un músico toca el bandoneón. En ese momento, recuerda
el motivo por el que decidió exponerlas allí. Todas ellas están a la vista de
la gente que transita la calle porque, según el ilustrador, el arte debe
localizarse en lo cotidiano y ser accesible para toda la sociedad. En este
sentido, el dibujante presenta una mirada crítica hacia los museos y las
exposiciones, donde las obras ocupan estantes y se llenan de polvo. Además, se
opone a los artistas que se encuentran en ese ámbito, ya que son siempre los
mismos.
De
bigote ancho y ojos saltones, con grandes anteojos redondos, el artista camina
todos los días por las calles de Buenos Aires, con su característico bolso azul
lleno de dibujos y bocetos, en búsqueda de lugares para la presentación de cada
una de sus obras. Sus alternativas son las redes sociales, en donde las
personas tienen un fácil acceso a todos sus trabajos. En Facebook, publica habitualmente
ilustraciones sobre sus diferentes ocurrencias. Es una persona que dibuja todo
el tiempo, y hasta él mismo sabe que debe aflojar cuando se mira al espejo.
Su pasión por el arte
surgió cuando Tinta Cruel tenía sólo seis años. Todos los jueves, se mantenía
expectante en la puerta de su casa ante la llegada de su padre, quien le
regalaba historietas que pertenecían a editoriales europeas. A la noche, leían
juntos cada uno de los cómics antes de dormir. De esa forma, a la edad de los
diez años y con su padre como incentivo, el ilustrador sabía que quería dedicar
su vida al noveno arte.
A
los quince años, mientras escuchaba la radio, se enteró de que la Asociación de
Dibujantes de Argentina abría cupos para uno de sus cursos. Su sueño comenzaba
a cumplirse, y tomarse el colectivo todas las semanas no fue ningún
impedimento. Con el transcurrir del tiempo, se dio cuenta de que las enseñanzas
de sus profesores del secundario no le servían para desarrollar su verdadera
vocación, por lo cual decidió abandonar el colegio.
Durante
la realización de este curso, su manera de ver el mundo se modificó. En lo que
respecta al cine, Federico Fellini se convirtió en una de sus grandes
inspiraciones. El estilo grotesco del cineasta significó, para él, una
revolución ideológica personal. Películas como “La Dolce Vita” le permitieron
notar que el director italiano era un adelantado a su época. Además,
completamente irritable, el dibujante ve como un retroceso cultural el actual
cine de Hollywood, donde los films son acompañados por una sinopsis que las
explica. Esa perspectiva romántica de la gran pantalla lo convierte en un
hombre prejuicioso que no logra disfrutar ninguna producción contemporánea del
séptimo arte. Por otra parte, en cuanto a sus gustos musicales, Paco Ibañez
sustituyó a su amor adolescente por “Manal”. Fue tal la influencia que retrató
la vida del músico en una serie de dibujos, que luego le envió por mail. En
2010, tuvo la oportunidad de conocerlo y de acercarle uno de sus trabajos.
Cuando el español leyó la firma, lo reconoció y, a partir de una cena entre sus
familias, comenzaron un vínculo de amistad.
A
propósito de su seudónimo, éste proviene de un comentario emitido por un
periodista de Florencio Varela, quien le dijo que sus dibujos eran crueles,
luego de haber observado una viñeta en la cual un linyera estaba gordo por
comer tanto algodón. El ilustrador presenta la crueldad como uno de sus rasgos
característicos y una cualidad que lo convierte en un personaje más interesante
y comprometido con la realidad. Este atributo puede notarse en cada una de sus
viñetas.
Tinta
Cruel elige mantener su vocación de clandestinidad al sentirse perseguido y
vigilado. Ve al Estado como un aparato policíaco que pretende conocer todo
sobre las personas. Le indigna la sociedad burguesa actual, donde la capacidad
de la gente se mide a partir de la muestra de papeles y documentos. Pese a su
pensamiento, no le quedó otra opción más que adaptarse al sistema. Por esta razón, a los cuarenta años, llegó a
la conclusión de que lo más razonable era completar sus estudios secundarios y
obtener un título universitario.
A
lo largo de su vida, no todo fue lápiz y tinta. Entre 1985 y 1991, Tinta Cruel
entró en una crisis que lo alejó del mundo del cómic y le dio un giro diferente
a su mundo. Comenzó a trabajar en el Banco Nación y dejó de lado su pasión. Sin
embargo, seis años más tarde, se dio cuenta de que le era imposible distanciarse
de la ilustración, ya que era lo que mejor hacía y más disfrutaba.
Actualmente,
a pesar de su mirada anti burocrática, estudia muralismo en la Facultad de
Bellas Artes de la ciudad de La Plata. Esta experiencia fue de gran utilidad
para la formación de sus ideales y reflexiones políticas. Permanentemente renegado,
critica a los profesores de las Universidades públicas, provenientes de las
políticas neoliberales, y por lo tanto, mediocres. Otra enseñanza que le brindó
su inserción en los espacios académicos fue no caer en lo que él denomina
“caretaje”. “Lo que me jode de muchos artistas es el vedettismo pelotudo”,
afirma Tinta Cruel. En este sentido, reafirmando su personalidad fastidiosa, le
molesta que algunas personas se crean superiores a otras, y considera que todos
deben tratarse de igual a igual.
Su postura, en relación a las drogas, es muy clara. Se presenta de acuerdo a una forma de pensar extremadamente pesimista y conservadora. “El porro te come la cabeza. Hoy en día, hasta una ama de casa tiene droga guardada en algún cajón”, afirma. De manera conspirativa, piensa que la droga es utilizada por el Estado como una herramienta para mantener a la gente dócil y manipulable.
Su
mirada fija y penetrante demuestra que posee un gran compromiso con cada una de
sus afirmaciones, y que está dispuesto a expresar su ideología sin temor a
recibir desaprobaciones. Por otra parte, revela lo trascendental que es, para
un artista, ser fiel a sus ideales.
Su
orgullo más reciente son los “grafismos guturales”. Estos son dibujos que nacen
de expresiones sin palabras, pero a través de sonidos. Para realizarlos, Tinta
Cruel trabaja con un instrumento de su autoría, construido a partir del mango
de un pincel y la tapa de una botella de cerveza. Para él, dibujar surge de una
necesidad expresiva y, por eso, los mejores elementos para esta tarea son los
de producción propia.
Una
vez más, nostálgico del pasado, el dibujante encontró como referente a José
Muñoz, quien revolucionó el estilo del blanco y negro en la década de los ´70. Este
estilo fue, para Tinta Cruel, robado por Miller, quien logró gracias a esta
influencia, dibujar al exitoso “Batman: El Caballero de la Noche”, modelo
actual del buen uso de la tinta negra.
La vida de este artista está plagada de trazos buenos y malos. “De lo
malo, lo importante es aprender. Lo bueno se logra a partir de estar bien con
lo que uno hace”, reflexiona el dibujante. Él puede ilustrar en blanco y
también en negro, pero lo más significativo es que logra hacer, de sus
conocimientos y experiencias, un bien compartido para que, en la obra final de
la vida, ningún círculo quede inconcluso.